El 2023 ha estado marcado por un alto nivel de incertidumbre económica global. Una mayor persistencia de la inflación, señales de una política monetaria más contractiva que lo anticipado en el mundo desarrollado y riesgos de recesión latentes son riesgos que están en el foco de los
inversionistas.
Así, para algunos, nos encontramos ante una paradoja: mejores datos económicos serían negativos para el mercado en la medida que forzarían a los Bancos Centrales a continuar con
el ciclo contractivo de las tasas por más tiempo, dificultando una recuperación y dañando las valorizaciones de los activos. Sin embargo, más allá de las sensaciones, estudios muestran que en promedio existe una correlación positiva entre el desempeño de los mercados y las sorpresas económicas.
Así, la moderación de la inflación, la resiliencia del mercado laboral y las correcciones al alza de la actividad económica, especialmente en EE.UU., aunque provoquen volatilidad en el corto plazo, en el mediano y largo son deseables para los activos financieros en agregado.
Es imposible predecir el impacto que cada dato económico específico tendrá sobre los mercados pero, si tenemos que elegir, que sigan llegando las “malas” buenas noticias.
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