La gestión de inversiones requiere buscar la solución a un problema altamente complejo que contempla múltiples variables. Algunas están fuera de nuestro control, como el desempeño del mercado, pero otras -como el impacto de los impuestos- sí se pueden gestionar y tienen un impacto relevante en el desempeño final de los portafolios.

Si bien es posible diseñar sofisticadas soluciones de estructuración tributaria, existen otras bastante más simples y a la mano que pueden mover la aguja en el retorno neto de los inversionistas.

Un primer ejemplo es evaluar el uso del régimen APV y depósitos convenidos para personas de altos ingresos. Esto permite invertir ingresos brutos y/o obtener el beneficio en la siguiente devolución de impuestos, generando un impacto directo en el pago de tributos.

Adicionalmente, entender y evaluar si es pertinente usar fondos con presencia bursátil (con el beneficio de pagar una tasa fija de 10% a las ganancias de capital) respecto a otros que no lo tengan puede ser fuente de varios puntos porcentuales de retorno neto, después de impuestos. No para todos los tipos de inversión y estructuras es necesariamente uno mejor que el otro.

Por último, el uso de distintas jurisdicciones en los vehículos (Luxemburgo, Irlanda) también pude tener beneficios, incluso para una misma clase de activo.

Es por esto que, aunque suene una obviedad, resulta indispensable incorporar la idoneidad tributaria como un objetivo explícito en políticas de inversión, los inversionistas buscan retornos después de impuestos (y no antes).